Me parecía que la madrugada me arrastraba a tus adentros, sometido al más sutil de los encantos, si la fuerza gravitatoria tan solo tuviera la mitad de fuerza que la que me a cerca a ti, el universo se encogería en si mismo hasta que volviera a estallar el Big Bang.
Locura de tu cama, que con entera predisposición, me dejaba arrastrar con una pasividad como la mía, que viendo hacia donde se dirigían mis pasos, no hacia más que dejar que mi cuerpo se uniera al tuyo.
Los noches pasaban unas tras otras, ya que no había día donde la piel se nos viera, ya que estábamos atados a tu cama, ferozmente, como quien pasa un hambre infinita y sin embargo no quiere comer, nos retroalimentábamos el uno del otro, sin pensar que nos consumíamos de amor.
Cuando las estrellas chocan y crean una reacción en cadena, todo es caótico y descontrolado y así me sentía yo bajo tus lomos dorados al sol.
Los días se consumían sin mas sentido que el de estar junto a ti, como la marea que mece la costa o la atracción que produce la luna en las olas del mar.
Nunca se acababa y nunca se acabó la fuerza que a ti me arrastraba, la fuerza que hacia ti la vida me arrastro. Seria la fuerza del destino o la fuerza del amor, serian ambas cosas mas una explosiva conjunción, la que me llevo a tus brazos y de allí nunca nadie me separo.
Al fin unidos para siempre, en eterna comunión, nuestros cuerpos entrelazados al final de su camino llegaron, y la fuerza se convirtió en energía y la energía en una nueva pasión que unía dos corazones hasta el más infinito rincón.
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